Los hombres que padecen este problema se caracterizan por tener grandes dificultades para llegar eyacular, aunque reciban una estimulación sexual apropiada. El orgasmo, en caso de producirse, se retrasa en la mayoría de las ocasiones, tras una fase de excitación de duración y características normales. Algunos hombres con este trastorno pueden eyacular mediante la masturbación, o realizando otras actividades sexuales distintas al coito, pero no por medio de éste. Los varones con esta disfunción no suelen tener, por lo general, ninguna dificultad para conseguir la erección y tampoco para lograr niveles elevados de excitación sexual, pero no los necesarios para desencadenar la eyaculación. Cuando en algunas ocasiones logran eyacular, normalmente lo consiguen a base de dedicar largos períodos de tiempo a producirse una intensa estimulación sexual, asimismo, suele ser característico el que dediquen un período de tiempo muy largo en la realización del coito con el propósito de estimularse lo más posible y así poder llegar a eyacular. Pero en los casos en los que se da el trastorno en su máxima expresión, el hombre es incapaz de eyacular, con independencia de la intensidad y del tipo de estimulación sexual que se produzca, incluida la masturbación. Cuando tras un período de funcionamiento normal deja de poder eyacular, el trastorno se denomina adquirido. Algunos investigadores piensan que debería hacerse una diferenciación entre orgasmo y eyaculación (Kaplan, Sadock y Grebb, 1996). Algunos hombres eyaculan pero se quejan de la ausencia o disminución de la sensación subjetiva de placer durante la experiencia orgásmica.

La eyaculación retardada se define según los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5TM (APA, 2013) cuando se cumplen los siguientes criterios:

A. Se debe experimentar alguno de los siguientes síntomas en casi todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75%-100% de la actividad sexual en pareja (en situaciones y contextos concretos o, si es generalizada, en todos los contextos) y sin que el individuo desee el retardo: 1. Retardo marcado de la eyaculación.

2. Infrecuencia marcada o ausencia de eyaculación.

B. Los síntomas del Criterio A han persistido durante unos seis meses como mínimo.

C. Los síntomas del Criterio A provocan un malestar clínicamente significativo en el individuo.

D. La disfunción sexual no se explica mejor por un trastorno mental no sexual o como consecuencia de una alteración grave de la relación u otros factores estresantes significativos, y no se puede atribuir a los efectos de una sustancia/medicación o a otra afección médica. Hay que especificar si es de por vida o adquirido y si es generalizado o situacional. Además hay que especificar la gravedad actual: leve, moderado o grave.

La frecuencia con la que esta disfunción sexual se presenta es bastante baja, situándose en unas tasas que oscilan desde un 1 y un 2% (Apfelbaum, 1980) hasta un máximo del 18% (Mears, 1978), siendo el 5% la tasa de prevalencia general (Kaplan, Sadock y Grebb, 1996).

Dentro de las causas psicológicas, tenemos la evidencia de algunas de ellas que suelen estar presentes en la mayoría de los casos tratados en las consultas sexológicas. La ansiedad o el miedo a desagradar a su pareja, o a que ella no le considere lo suficientemente hombre, por no ser capaz de eyacular, están presentes en el mantenimiento del trastorno. Asimismo, los varones que padecen esta disfunción sexual tienden a ejercer un control muy rígido con respecto a sus sensaciones, llegando incluso a ser capaces de desarrollar una discriminación exquisita respecto al mínimo cambio sensorial que se pueda estar produciendo en ellos, de tal manera que puede hacerles perder lo placentero e impedir el nivel necesario para que se produzca la eyaculación. Apfelbaum (1977) sostiene que la inhibición de la eyaculación puede ser mantenida por un problema de deseo sexual, ya que aunque este grupo de hombres consiguen la erección con una gran facilidad, muy frecuentemente no están interesados por la relación sexual, llegando incluso en algunos casos a serles desagradable el conseguir la erección con tanta facilidad cuando no están apenas excitados. En determinados casos, puede observarse esta disfunción sexual asociada a problemas generales en la relación de la pareja, puesto que en ocasiones el individuo puede haber perdido todo el interés sexual por la pareja (Marmor, 1982). El trastorno puede ser la forma en que el hombre se enfrenta a cambios importantes en su relación de pareja, como las demandas de un mayor compromiso o planes de embarazo sobre los que el hombre está ambivalente. Es típico que estos pacientes presenten serias dificultades para mantener relaciones íntimas con los demás, más allá, incluso, de la esfera estrictamente sexual. Entre los hombres que padecen un trastorno obsesivo compulsivo, es más frecuente este trastorno sexual que en otro tipo de sujetos.

El procedimiento más apropiado es empezar por terapia educativa para dar a conocer el funcionamiento normal de la sexualidad y por reestructuración cognitiva para desmontar prejuicios e ideas distorsionadas, en el caso de que las hubiera. Posteriormente se aplica la estrategia terapéutica más adecuada, en dependencia de las causas mantenedoras del trastorno.

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