En el hombre, junto a los problemas de erección, constituye la segunda causa de consulta sexológica. Las tasas medias de prevalencia, según diversos autores, oscilan entre el 15 y el 40% del total de la población masculina (Bancroft y Coles, 1976; Mears, 1978; Heisler, 1983; Nathan, 1986; Hawton, 1988; Vázquez, Graña y Ochoa, 1991; Hurtado, Teodoro, Royo y Muñoz, 1996). Siendo la prevalencia constante en todos los grupos de edad y en diferentes países (Ports et al, 2007). En este trastorno, el hombre consigue el orgasmo y eyacula antes de lo que desearía; pudiendo ocurrir de forma intermitente o de forma recurrente. Aunque en principio cabe pensar que el concepto de eyaculación precoz es una cuestión básicamente temporal y que tiene que ver ante todo con la duración del coito, al conceder cada vez más importancia a la sexualidad de la mujer en relación a la consecución de su propio orgasmo, se ha pasado recientemente a considerar en la propia definición de la eyaculación precoz los requerimientos sexuales de la mujer dentro de la relación sexual, teniendo en cuenta el grado de satisfacción que ella alcanza en la misma. Con anterioridad a los criterios actuales, los investigadores intentaban definir esta disfunción sexual en términos únicamente temporales aludiendo a la duración del coito, llegando a establecer márgenes de entre 30 segundos y dos minutos, antes de que tenga lugar la eyaculación después de la penetración. En este mismo sentido, también se ha considerado como criterio el número de movimientos de coito que tienen lugar antes de producirse la eyaculación, cifrándolos en ocasiones en un número tan escaso como el de tres o cinco antes del coito. En la actualidad se tiende a utilizar criterios básicamente funcionales a la hora de definir el trastorno, aludiendo a la incapacidad o falta de control por parte del hombre para posponer su orgasmo, con independencia del tiempo que tarde en eyacular. A pesar de ello en el DSM-5 sigue apareciendo el criterio de temporalidad, expresando que sucede aproximadamente en el minuto siguiente a la penetración vaginal y antes de que lo desee el individuo. Esta posibilidad de control eyaculatorio está relacionada con la capacidad para discriminar diferentes sensaciones premonitorias de la fase de emisión. En este sentido, parece que si el hombre consigue percibir estas sensaciones puede llegar a ser capaz de controlar su propio comportamiento sexual en el sentido deseado, alargando o reduciendo el tiempo requerido para el logro de su orgasmo. Para lograrlo, cada hombre puede utilizar distintos procedimientos, según su propia experiencia aprendida.

La eyaculación prematura (precoz) se define según los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5TM (APA, 2013) cuando se cumplen los siguientes criterios:

A. Un patrón persistente o recurrente en que la eyaculación producida durante la actividad sexual en pareja sucede aproximadament en el minuto siguiente a la penetración vaginal y antes de que lo desee el individuo. Nota: Aunque el diagnóstico de eyaculación prematura (precoz) se puede aplicar a individuos que practican actividades sexuales no vaginales, no se han establecido criterios específicos de duración en dichas actividades.

B. El síntoma del Criterio A debe haber estado presente por lo menos durante unos seis meses y se tiene que experimentar en casi todas o todas las ocasiones (aproximadamente 75%-100%) de la actividad sexual (en situaciones y contextos concretos o, si es generalizado, en todos los contextos.

C. Los síntomas del Criterio A provocan un malestar clínicamente significativo en el individuo.

D. La disfunción sexual no se explica mejor por un trastorno mental no sexual o como consecuencia de una alteración grave de la relación u otros factores estresantes significativos, y no se puede atribuir a los efectos de una sustancia/medicación o a otra afección médica. Hay que especificar si es de por vida o adquirido y si es generalizado o situacional. Además hay que especificar la gravedad actual: leve, moderado o grave.

De la misma manera que ocurre en otras disfunciones sexuales, la eyaculación precoz puede crear conflictos en la relación de pareja debido a la insatisfacción sexual que ocasiona. Algunos hombres sin pareja dudan a la hora de empezar relaciones sexuales debido a miedo producido por el trastorno, llevando a una tasa importante a un aislamiento social. Un gran número de hombres jóvenes aprenden a retrasar la eyaculación a lo largo de los años como consecuencia de la experiencia, pero algunos continúan presentando la dificultad de control eyaculatorio y suelen buscar ayuda profesional. Sin embargo, existen hombres que pierden la capacidad de control después de un período de actividad sexual sin problemas. Cuando esto se produce, el contexto suele ser a menudo la disminución de la frecuencia de la actividad sexual, la ansiedad producida por una nueva pareja o la pérdida del control de la eyaculación relacionada con la dificultad para conseguir o mantener una erección. Algunos hombres pueden retrasar la eyaculación en las relaciones de larga duración, pero sufren de falta de control eyaculatorio ante situaciones de nuevas parejas. Hay hombres que al dejar de consumir alcohol de manera regular pueden sufrir eyaculación precoz, ya que confiaban en la bebida alcohólica para retrasar el orgasmo, en lugar de aprender nuevos comportamientos. También hay una tasa importante de hombres que repiten actividad sexual tras una primera eyaculación rápida, como forma de retrasar la siguiente eyaculación, pero con el paso de los años y la ampliación del período refractario empiezan a tener dificultades erectivas que imposibilitan esa forma de control.

En la mayoría de los trabajos e investigaciones realizadas sobre esta disfunción, se constata que son principalmente los factores de carácter psicológico los que normalmente facilitan la aparición y el mantenimiento del trastorno. Son muy pocos los trabajos que presentan datos en apoyo de causas orgánicas en la base del mismo. Entre las pocas causas de tipo orgánico que se han relacionado con la aparición de la eyaculación precoz se encuentran, la inflamación de la próstata, la esclerosis múltiple y el endurecimiento arterial en los varones de edad avanzada, aunque estos datos no están suficientemente probados y carecen de consistencia. Revisando los factores psicológicos, que a la postre son los únicos de causa demostrada, se cree que la disfunción está relacionada con la preocupación excesiva del varón por satisfacer a la pareja. Las dificultades en el control eyaculatorio pueden estar relacionadas con ansiedades referentes al acto sexual, o con miedos inconscientes a la vagina. También pueden ser el resultado de condicionamientos culturales negativos. El hombre que ha tenido la mayoría de sus contactos sexuales iniciales con prostitutas, o cuando practican la sexualidad en situaciones en que puede ser embarazoso que los descubran (como el asiento trasero de un coche o la casa de sus padres), como necesitan que el acto sexual sea rápido se condicionan a tener un orgasmo rápidamente. Un último aspecto a considerar, es el que hace referencia a la repercusión que esta disfunción puede tener para el hombre. En este sentido, es frecuente que muchos hombres lleguen a cuestionarse su masculinidad, e, incluso, su valor como personas al no poder controlar su eyaculación. Complementariamente, sus parejas suelen expresar enfado y desánimo, recriminándoles su falta de consideración e incluso su egoísmo por no prestar atención a sus propios requerimientos sexuales, siendo frecuente encontrar un alto grado de insatisfacción e incluso la ausencia de orgasmo en las parejas de los hombres con esta disfunción sexual, lo cual puede llevar, a su vez, a deteriorar las relaciones de pareja. Una clara consecuencia de todo lo anterior, suele ser la reducción drástica de las relaciones sexuales, lo que a su vez incrementa la probabilidad de que el hombre eyacule aún con más rapidez la próxima vez que tenga relaciones sexuales, debido simplemente al efecto de distanciamiento de las mismas.

Más 50% de los hombres han probado por su cuenta de cinco o más estrategias para superar el problema de control eyaculatorio (Porst et al, 2007): concentrarse en algo diferente al sexo (68,7%), estimulación interrumpida (66,7%), masturbación por uno mismo (62,2%), posturas especiales durante la actividad sexual (60,8%), tener relaciones sexuales más a menudo (57,1%), pero, en general, no les ha dado el resultado esperado.

El procedimiento habitual es empezar por terapia educativa para dar a conocer el funcionamiento normal de la sexualidad y por reestructuración cognitiva para desmontar prejuicios e ideas distorsionadas, en el caso de que las hubiera. Posteriormente se aplica la estrategia terapéutica más adecuada, en dependencia de las causas mantenedoras del trastorno.

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