Este término se emplea para definir el dolor experimentado en los genitales durante las relaciones sexuales con coito. Esta disfunción sexual es mucho más frecuente en las mujeres que en los hombres, además este trastorno está relacionado, y a menudo coincide, con el vaginismo. Episodios repetidos de vaginismo puede ocasionar una dispareunia y viceversa, por lo que resulta difícil conocer con cierta precisión la frecuencia con la que se presenta este trastorno. En los trabajos publicados por autores como Bancroft y Coles (1976), Mears (1978) y Heisler (1983) se observa una prevalencia media, de estos dos trastornos conjuntamente, del 30% respecto al total de los casos que acuden a consulta por problemas sexuales. Hurtado, Teodoro, Royo y Muñoz (1996) pudieron observar cómo, efectivamente, el trastorno se daba con más frecuencia en mujeres que en hombres (7,50% frente a 2,30%) y que el sumatorio conjunto de dispareunia más vaginismo arrojaba un porcentaje de casos del 14% respecto al conjunto de pacientes que acudieron, durante tres años, a consulta por padecer alguna disfunción sexual. En las mujeres, el tipo de dolor experimentado puede incluir un amplio grupo de sensaciones que van desde el escozor, el dolor cortante, el ardor o quemazón, el picor o la simple molestia o desagrado. Estas sensaciones, además de variar considerablemente de mujer a mujer, suelen diferir también en cuanto a intensidad y duración. Asimismo, suelen encontrarse diferencias respecto al lugar en el que se experimentan las molestias, encontrando mujeres que las notan en la entrada vaginal y otras que las sienten en la parte interna de la misma o más profundamente aun, dentro de la región pélvica. Mientras que hay casos en los que la sensación de dolor aparece únicamente en el momento de iniciarse la penetración, en otros el dolor se mantiene durante todo el tiempo que dura la penetración o persiste, incluso, después de la misma. En igual sentido, en unos casos el dolor puede aparecer tan sólo en algunas posiciones de coito, o en una determina relación sexual, pero no en otras. No debería diagnosticarse dispareunia (no debida a una enfermedad médica) cuando existe una base orgánica para el dolor, puesto que aparentemente es uno de los trastornos sexuales en los que los factores orgánicos parecen desempeñar un papel más importante como agente causal de las mismas. Según Fordney (1978) puede encontrarse algún tipo de patología pélvica en un 30 o 40% de las pacientes afectadas de dispareunia. Con cierta frecuencia, el coito doloroso se da en asociación con problemas de lubricación vaginal o de vaginismo, hecho que ha llevado a algunos investigadores a explicar el dolor experimentado como debido a un vaginismo de tipo medio, en el que se produciría tensión en los músculos de la entrada de la vagina, pero no la suficiente como para impedir la penetración (Kilman y Mills, 1983).

Según los criterios al uso basados en el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5TM (APA, 2013), este trastorno se caracteriza por:

A) Dificultades persistentes o recurrentes con una (o más) de las siguientes manifestaciones:

1. Penetración vaginal durante las relaciones.

2. Marcado dolor vulvovaginal o pélvico durante las relaciones vaginales o los intentos de penetración.

3. Marcado dolor o ansiedad de sentir dolor vulvovaginal o pélvico antes, durante o como resultado de la penetración vaginal.

4. Tensión o contracción marcada de los músculos del suelo pélvico durante el intento de penetración vaginal.

B. Los síntomas del Criterio A han persistido durante unos seis meses como mínimo.

C. Los síntomas del Criterio A provocan un malestar clínicamente significativo en el individuo.

D. La disfunción sexual no se explica mejor por un trastorno mental no sexual o como consecuencia de una alteración grave de la relación (por ejemplo, violencia de género) u otros factores estresantes significativos, y no se puede atribuir a los efectos de una sustancia/medicación o a otra afección médica. En la CIE-10, el trastorno está recogido con el nombre de dispareunia no orgánica.

La dispareunia es un trastorno de poca frecuencia de demanda en los centros de salud mental, en cambio, es de frecuente consulta en los centros de asistencia primaria. El dolor genital experimentado en el coito puede comportar la evitación de las relaciones sexuales, la alteración de los comportamientos sexuales o limitar posibles nuevas relaciones. La exploración física no muestra ningún tipo de anormalidad.

Para hacer un correcto diagnóstico hay hacer una exhaustiva valoración que la diferencie de los siguientes trastornos:

Trastorno sexual debido a una enfermedad médica. Si se considera que la disfunción sexual es debida exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de una enfermedad médica (por ejemplo, insuficiente lubricación vaginal, tejido cicatricial de la vagina, endometriosis o adherencias, atrofia vaginal postmenopáusica, deprivación temporal de estrógenos durante la lactancia, irritaciones o infecciones del tracto urinario o vaginal, enfermedades gastrointestinales), el diagnóstico correcto es trastorno sexual debido a una enfermedad médica. Esta decisión debe basarse en la historia clínica, en los hallazgos de laboratorio o en la exploración física. Si coincide la dispareunia y una enfermedad médica, pero se considera que el trastorno sexual no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de la enfermedad, debe establecerse el diagnóstico de dispareunia debido a factores combinados.

Trastorno sexual inducido por sustancias/medicamentos. El trastorno sexual inducido por sustancias se considera que se debe exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de de una sustancia. Sustancias como la flufenazina, la tioridacina y la amoxapina pueden hacer que el orgasmo sea doloroso. Cuando hay dispareunia y consumo de sustancias, pero se considera que el trastorno sexual no es debido exclusivamente a los efectos fisiológicos directos de su consumo, debe diagnosticarse dispareunia debida a factores combinados. Cuando se considera que el dolor sexual se debe tanto a los efectos de una enfermedad médica como al consumo de sustancias, hay que efectuar los diagnósticos de trastorno sexual debido a una enfermedad médica y trastorno sexual inducido por sustancias.

Vaginismo. No debe diagnosticarse dispareunia si está causada únicamente por vaginismo o por ausencia de lubricación.

Respecto a los posibles factores de corte psicológico que pueden causar o mantener la dispareunia femenina, éstos si bien pueden ser variados se pueden agrupar en tres categorías (Lazarus, 1980): 1) Factores dependientes de la propia historia de aprendizaje de la mujer en relación con la conducta sexual. Serían aquellos que tienen que ver con una educación errónea, la transmisión de tabúes y de una actitud negativa ante la sexualidad con la lógica aparición de sentimientos de culpa. 2) Factores traumáticos que se refieren a la aparición del dolor vaginal de forma condicionada por mecanismo de aprendizaje por asociación clásica a la vivencia de experiencias de coito dolorosas 3) Factores dependientes de la calidad de la relación de la pareja y del tipo de conductas y situaciones sexuales practicadas, como dedicar escaso tiempo a caricias previas al coito o caricias deficientes, practicar la sexualidad en ambiente inadecuado o tener una mala relación de pareja con carencias afectivas importantes.

Pasando a revisar los factores tanto orgánicos como psicológicos que influyen en los hombres. Ya hemos indicado anteriormente el escaso número de varones que padecen este trastorno respecto al número de mujeres que solicitan ayuda terapéutica para el mismo. Ahora bien, la repercusión negativa que ocasiona sobre la sexualidad es la misma que para la mujer. Respecto al lugar en donde pueden aparecer las molestias, el dolor se podría localizar bien en una zona externa que incluiría el prepucio, glande y la bolsa escrotal, o bien en una zona interna que afectaría a la uretra, próstata, testículos o vejiga. Las causas orgánicas más frecuentemente encontradas son, entre otras, las siguientes: aquellos varones que tienen fimosis o frenillo corto, ya que en ambos casos la piel del prepucio no baja adecuadamente. El desarrollo de placas fibrosas en los cuerpos cavernosos y la presencia de curvaturas en el pene que hacen dolorosa la erección y la penetración. La presencia de cualquier tipo de infección o inflamación local del pene debido a enfermedades de transmisión sexual. Asimismo, determinados hombres pueden ser alérgicos a cremas espermicidas, jabones o desodorantes vaginales o simplemente tener el glande demasiado sensible y no tolerar el pH de la vagina. Cuando el síntoma no es dolor, sino sensación de escozor intenso durante la eyaculación o durante los primeros minutos tras haberse producido ésta, puede estar relacionado con una infección existente en vejiga, próstata, uretra o vesículas seminales, por lo que debe ser investigado en profundidad, para si éste fuera el caso aplicar el tratamiento médico apropiado. Respecto a las causas psicológicas implicadas en este trastorno sexual, éstas suelen ser similares a las observadas en las mujeres, exceptuando las específicamente asociadas a sexo femenino.

Respecto a la intervención terapéutica, hay que decir que puesto que en este tipo de trastorno pueden ser varias las causas de tipo orgánico que son capaces de producirlo, en estos casos el tratamiento médico, por sí sólo, es suficiente para resolver el problema. En otros casos, la causa principal puede ser fundamentalmente psicológica, cuando la terapia a utilizar es de tipo psicológico, entre las principales técnicas utilizadas destacan la encaminadas a reducir la ansiedad, las técnicas cognitivas que se utilizan para modificar el estilo cognitivo disfuncional que suelen tener los pacientes aquejados por esta disfunción y las técnicas sexológicas dirigidas a conseguir que la persona vuelva a lograr placer en el coito y disfrute de la relación sexual. Puesto que, como ha quedado patente, la dispareunia es mucho más frecuente en las mujeres que en los hombres, el protocolo sexológico que presentamos va expresado en términos femeninos, pero puede ser aplicado, salvando las especificidades propias de cada sexo, al caso del varón.

El procedimiento recomendado es empezar por terapia educativa para dar a conocer el funcionamiento normal de la sexualidad y por reestructuración cognitiva para desmontar prejuicios e ideas distorsionadas, en el caso de que las hubiera. Posteriormente se aplica la estrategia terapéutica más adecuada.

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